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Mostrando entradas de noviembre, 2020

SENTIRSE BIEN EMPIEZA POR....CONOCE Y CONTROLA EL VERDADERO HAMBRE.. No trataremos todas las causas de las posibles,es imposible ya que la lista es demasiado extensa, en cambio veremos las principales causas que afectan a todo el mundo, es decir. La mayoría de las personas adultas comemos sin realmente saber si tenemos hambre. Mucho más verdadero es ese instinto en los niños.Hablaremos de placeres del hambre cuando comemos por comer, y hambre verdadera cuando se prolonga el hambre. Muchas personas al despertar por la mañana, cuando se levantan, se toman algo. Al despertarse por la mañana, no se puede tener hambre. La boca suele estar pastosa, con mal aliento, seca, amarga, la mente no está clara, entonces es cuando intentamos parar estos síntomas de eliminación con una bebida caliente a base de venenos: café, té, chocolate, tisanas. En cambio para otros, el cigarrillo o la ducha fría interrumpen la eliminación de la noche (catabolismo). Después, se come sin tener hambre cargando el organismo, ya que en ese momento todas sus fuerzas están concentradas para acabar esta eliminación nocturna. Para aquellos que sufren de desnutrición (a pesar de una alimentación abundante), el hambre puede volver a aparecer una o dos horas después del despertar. Pero para la mayoría de las personas, la verdadera hambre aparece solamente varias horas después de despertarse. Cuando trato este tema durante las charlas organizadas por la mañana con los ayunadores, me contestan que se tiene hambre temprano por la mañana. Es cuando pido que se haga la diferencia entre la falsa hambre y la verdadera. -------------------------------------------------------------------------------- LA VERDADERA HAMBRE "La verdadera hambre", dice Shelton," es un deseo psicológico de alimentación. Aparece cuando el cuerpo necesita ser alimentado. La “voz de la naturaleza” nos informa de esta necesidad. La verdadera hambre nos obliga a buscar alimentos y no se calma hasta que no comemos." Estas últimas palabras contienen la clave del problema. El hambre falsa desaparece al poco tiempo, vuelve a aparecer, y desaparece de nuevo. En cambio, la verdadera hambre persiste. Por consiguiente, para poder distinguirlas, bastará con esperar por lo menos una hora o más. De este modo se podrá saber de qué hambre se trata. Según Shelton, la verdadera hambre se parece a la sed, se siente en la boca y en la garganta, en ningún otro lugar. Sin embargo pensamos que empieza en el estómago; algunas personas notarán sensación de apetito en el mismo estómago, en cambio otras tendrán una sensación difusa en todo el abdomen. Cuando el hambre se agudiza demasiado, la persona tiene la impresión de que se va a desmayar por falta de alimentos y siente que no puede continuar trabajando o hacer cualquier cosa sin comer. En estos casos la desnutrición es profunda y no hay que ignorarla. Contrariamente a lo que cree la gente, la verdadera hambre no va acompañada de síntomas alarmantes. En realidad es una sensación muy agradable que proporciona una satisfacción profunda a la vez física y psicológica. “El apetito es una imitación fraudulenta del hambre. No es la expresión de una necesidad sino un hábito o un deseo imaginario. El apetito es una criatura del hábito y de la rutina y puede ser debida a varias cosas como: la hora de las comidas; la vista, el gusto y el olor de los alimentos; igualmente la idea de comer puede provocar el apetito. Los condimentos y las especias también pueden despertar el apetito.” Pero no se trata de la verdadera hambre. El apetito, es la falsa hambre. -------------------------------------------------------------------------------- LA BULIMIA Los bulímicos que comen por placer pueden llegar a tragar cantidades considerables de alimentos no por hambre sino por deseo mental. De todos modos no consiguen nunca calmar sus deseos. Ese verdadero placer se satisface cuando se tiene realmente hambre. Es la satisfacción de un deseo auténtico. Los bulímicos no alcanzan nunca el verdadero placer por la alimentación, por este motivo lo buscan a través de la avidez y de la saciedad. Sin embargo, ni la avidez ni la saciedad permiten alcanzar la satisfacción real. Shelton compara el apetito al deseo de la nicotina, el alcohol, el té, el café, etc. “Nadie ni tampoco nunca se puede tener hambre de estas sustancias venenosas, dice el autor. En efecto, no sirven para ninguna necesidad fisiológica y, por consiguiente, son siempre nocivas. No puede surgir ningún deseo fisiológico por estas sustancias.” “ A veces, indica el autor, el apetito se acompaña de varias sensaciones como son el malestar, incluso dolores, sensación de debilidad, depresión nerviosa, dolores estomacales, borborigmos intestinales, náuseas, dolores de cabeza así como sensaciones mórbidas.” Shelton también indica además de las sensaciones de falsa hambre la “sensación de sentirse morir”, sin embargo nosotros consideramos esta sensación como un síntoma agudo de desnutrición y de hambre auténtica. No obstante, la debilidad no es un síntoma de hambre, sino de envenenamiento que reclama, no una taza de café, ni un cigarrillo o alimentos como suele tomar la mayoría de las personas, sino echarse para reposar. Algunas personas me contestan que hoy en día no se dispone de tiempo para tumbarse y que en cambio un cigarrillo o una taza de café “anima” y permite proseguir con las actividades. Y mi respuesta habitual es que esto se hace en contra de la salud y que a corto o a largo plazo habrá que asumir las consecuencias. Siempre se tendrá que pagar factura. Volvamos pues a la “sensación de sentirse morir” que no hay que tomar a la ligera, ni tampoco ignorar. En ese momento, hay que comer porque el cuerpo pide comida. Al cabo de varias semanas, este tipo de hambre desaparece para dejar lugar a una hambre menos urgente, cuando se han repuesto las reservas. “ Los síntomas mórbidos de la falsa hambre, continua Shelton, son idénticos a los que sienten los drogadictos cuando han sido privados de su dosis habitual.” Evidentemente, los síntomas de adicción suelen ser más fuertes, pero el hábito alimenticio, la embriaguez alimentaria y la glotonería producen sus propios síntomas que por error se toman como una sensación de hambre. Estos síntomas se alivian temporalmente por la alimentación, el café alivia temporalmente el dolor de cabeza provocado por la taza de café anterior. De este modo la gente cree que necesita comer. Las personas con ulcera y enfermos de estómago comen muy a menudo para aliviar sus dolores estomacales. Se esfuerzan cada vez más en un círculo vicioso sin fin. Pero estos síntomas desaparecen siempre si dejamos de comer durante cierto tiempo y si se espera la verdadera hambre. Esta verdadera hambre no va acompañada de ningún síntoma. No hay dolor de cabeza ni tampoco ningún malestar. Las ideas son claras, la mente lúcida, los sentimientos optimistas, feliz, tranquilo, sereno. La verdadera hambre no tiene el porqué de llegar a la hora de la comida, como es el caso de la falsa hambre. Puede llegar de forma espontánea a cualquier momento del día, pero no durante la noche. En efecto, durante la noche los músculos están relajados y el estómago que es un músculo también se relaja. No está preparado para amasar los alimentos durante el reposo nocturno. -------------------------------------------------------------------------------- LOS CONDIMENTOS La verdadera hambre no se puede provocar por la idea, el olor o incluso el gusto de un alimento. La verdadera hambre no se estimula gracias a condimentos, especias y sal. Estas sustancias son venenos. La saliva que se utiliza para digerir la sal no contiene jugos gástricos, sino agua para diluir el veneno y hacer que sea menos corrosivo. Cuando se siente la verdadera hambre, se calma con un alimento natural sin ningún condimento, ni preparación. El hambre es la mejor de las salsas. Pero cuando se siente falsa hambre, apetito o deseo, las personas se vuelven caprichosas y exigentes. Se rechazan los alimentos simples. Se anhelan preparaciones sofisticadas, alimentos salados, dulces o aromatizados... Se suele decir que el hambre entra comiendo, pero en realidad son el apetito o el deseo los que vienen cuando se come y no la verdadera hambre. Cuando se tiene verdaderamente hambre se podrían comer hasta las piedras. Cuando se tiene verdaderamente hambre, se puede llegar a saciar con poca cantidad. Pero sintiendo falsa hambre y apetito solamente se puede saciar con la saciedad “patológica” o cuando se ha conseguido la “estimulación” deseada. El apetito y la falsa hambre se pueden excitar por la variedad. Cuando ya no apetece comer un alimento porque está harto, se puede excitar el apetito comiendo otro alimento. Por esta razón la variedad conduce a la glotonería y es mejor limitarse a un sólo tipo de alimento en cada comida. “¿Cuánta gente sigue teniendo hambre cuando llegan los postres?”, pregunta Shelton. “Sin embargo muy pocos son los que rechazan este postre.“ Según el Dr. Claunch, se puede diferenciar el hambre y el apetito de la siguiente manera: “Cuando se tiene hambre y se encuentra bien, se trata de la verdadera hambre, mientras que cuando aparentemente se tiene “ hambre” y se encuentra mal, se trata de la falsa hambre.” Sin embargo, haremos una excepción a esta regla cuando la persona se siente “morir”. En efecto, al principio del cambio de régimen, la digestión es muy floja, las células tienen hambre y el hambre es muy frecuente e imperiosa. Se siente “morir” y en ese mismo momento es necesario alimentarse. Pero después, con la mejora del poder digestivo, las reservas son más sustanciales, el hambre más espaciada y más agradable de soportar. Con el antiguo régimen de alimentos cocidos y desnaturalizados, solamente se digiere el 20 %, el resto pasa el día siguiente en las deposiciones. En cambio, con el nuevo régimen de alimentos vivos, se digiere el 90 %, las deposiciones son poco abundantes, moldeadas y sin olor. De este modo el paso de una etapa a la otra provoca un deseo rápido de alimentos, hasta que el poder de digestión aumente. Por esta razón siempre es útil empezar por un ayuno como PREPARACIÓN al cambio de régimen. En este caso, el hambre es un síntoma de desnutrición que hay que satisfacer enseguida. “Cuando una persona enferma se salta una comida, se afloja antes de tener hambre. En cambio cuando una persona en buen estado de salud se salta una comida tiene hambre antes de sentirse floja.” Esta conclusión del Dr. Claunch ignora lo que acabamos de indicar. En efecto pensamos que si se tiene la “sensación de sentirse morir”, es necesario comer y no ayunar, independientemente de si está obeso o delgado. El peso del individuo no indica si tiene reservas esenciales. Los obesos no suelen tener reservas esenciales necesarias para la eliminación. Evidentemente, hay que distinguir la sensación de debilidad y la de “sentirse morir”. En la sensación de debilidad, se siente debilidad, falta de concentración, imposibilidad de realizar un esfuerzo muscular. Esta debilidad está causada por la toxemia, el hígado saturado acapara toda la sangre y la energía. Los músculos y el cerebro tienen pues poca energía a su disposición. Es el momento para abstenerse de comer, las fuerzas vuelven rápidamente con toda la lucidez mental. En cambio, cuando se tiene la “sensación de morirse” se siente un vacío interior, un hambre difusa que sale del estómago y sube hacia la garganta y la boca. Se recomienda pues comer para descansar o hacer una siesta. “Si se sigue la regla de comer solamente cuando se tiene hambre, las personas que pretenden tener “hambre”, pero que están cansadas, flojas o sienten malestar deberían ayunar hasta que vuelvan el bienestar y las fuerzas. De este modo el ayuno se convertiría en una de las prácticas más corrientes de la vida hasta que aprendamos a vivir y a comer de tal manera que no tengamos que ayunar más.” Estamos totalmente de acuerdo con Shelton. Hoy en día, no somos dueños de las circunstancias. Entonces, cuando no se tienen fuerzas, se siente débil, la mente cargada incapaz de concentrarse, con ideas pesimistas y poco claras, la moral baja y sin entusiasmo, bastará con esperar la verdadera hambre para encontrar de nuevo el buen humor, el optimismo, la mente clara y lúcida, fuerzas musculares disponibles. “Mientras la cantidad, la calidad y la frecuencia de las comidas estén reguladas por la etiqueta, las conveniencias, las costumbres y las teorías oficiales de la probeta y del laboratorio, necesitaremos ayunar muy a menudo. Mientras las sensaciones de malestar sigan estando consideradas como verdadera hambre, las desgraciadas víctimas de la alimentación errónea y de la vida desarreglada no conocerán la llamada de la abstinencia. En efecto, pocas personas saben interpretar el lenguaje de sus sentidos. Todo el mundo está empujado por la “ciencia oficial” a ignorar la “voz de la naturaleza” y a “consumir muchos alimentos calóricos” para mantener las fuerzas. Muy a menudo me preguntan cuántas comidas al día se deben hacer. Mi respuesta es siempre la misma, depende del hambre y no existe ninguna cifra preestablecida. El hambre es un principio sagrado en nuestra vida que hay que respetar en cualquier circunstancia. El error más frecuente y grave consiste en llenar el estómago porque es la hora de comer, o por orden del médico, o también como pasatiempo social para contentar a los huéspedes o invitados. Comer sin que exista un deseo natural, no es sacar provecho a lo que se come. Es como practicar la respiración forzada y profunda sin necesidad, o también como beber sin tener sed. “Esta manera de alimentarse transforma el cuerpo en una fábrica de abono.” -------------------------------------------------------------------------------- LA NECESIDAD NATURAL La verdadera hambre representa la necesidad natural de comer e indica que los alimentos serán perfectamente asimilados por el cuerpo. En efecto, los órganos de la digestión en ese mismo momento estarán preparados para recibir los alimentos y digerirlos. Además de esto el hambre también indica que las células están listas para recibir los alimentos y asimilarlos. Cuando se come en estas circunstancias, puede estar seguro de que el cuerpo será alimentado y no envenenado por los alimentos ingeridos. La opinión del cuerpo médico y popular cree que el hambre es una sensación dolorosa y desagradable. Se hablará de sufrimientos del hambre: he padecido hambre. Sin embargo es una manifestación del buen funcionamiento del cuerpo y todas las funciones normales del cuerpo aportan placer. Orinar, hacer de vientre, mirar, dormir, etc., son funciones agradables. En su libro, Bodily Changes in Pain, Hunger, Fear and Rage (“Los cambios orgánicos en el Dolor, el Hambre, el Miedo y la Rabia”), el Dr. Walter Cannon escribe lo siguiente: “ La sensación de hambre es difícil de describir con precisión, sin embargo todo el mundo ha sentido, desde su infancia, este dolor que roe en el epigastrio y que toma el control del individuo de forma imperiosa. Tal y conforme lo indicaba Sternberg, el hambre puede llegar a ser persistente hasta el punto de forzar al individuo a tragar alimentos muy desagradables que no sólo no excitan el apetito sino que también provocan náuseas. Entonces, el individuo traga todo lo que encuentra muy deprisa. Los placeres del apetito no existen para este individuo porque prefiere la cantidad a la calidad, y la quiere ya.” “Se puede describir el hambre como un punto central del cual emergen varios rayos secundarios. Un dolor intenso en el epigastrio suele representar la primera petición de alimentos por parte del cuerpo. Y cuando no se ha satisfecho esta primera necesidad, la sensación podría transformarse en rugidos desagradables menos localizados a medida que se hacen más intensos. Estas son las principales características del hambre. Pero además de este dolor intenso, también se puede llegar a sentir cansancio, mareo, desmayo, dolor de cabeza violento, irritabilidad y agitación que dificultan cada vez más las actividades cotidianas. Estos estados difieren de un individuo a otro: uno padecerá dolor de cabeza, otro desmayo, etc., esto indica que no constituyen lo esencial sino manifestaciones accesorias que no son constantes. Incluso la sensación de vacío mencionada como elemento constante de esta experiencia es más bien una consecuencia, y por tanto también se puede eliminar de nuestras consideraciones. Queda entonces una sensación intensa y urgente que constituye la característica constante, el hecho central que hay que examinar en detalle.” De la descripción del Prof. Cannon resaltan más bien los síntomas de la falsa hambre tal y como los sienten las personas mal alimentadas o que abusan todos los días. Todos los síntomas mórbidos descritos por el Prof. Cannon pertenecen a la falsa hambre: cansancio, dolor de cabeza, desmayo, rugidos de estómago desagradables, etc. -------------------------------------------------------------------------------- UNA SENSACION AGRADABLE En cambio, la verdadera hambre es siempre agradable y placentera, aún siendo urgente. Un vacío en el estómago, un vacío acompañado de contracciones rítmicas, una sensación de bienestar que sube desde el estómago hacia la garganta pasando por el esófago: todos estos síntomas son agradables y placenteros. En los casos de desnutrición y falta de reservas, el sujeto puede sentir hambre difusa, incapacidad de trabajar o de concentración, tiene la sensación de morirse. Pero estas sensaciones desaparecen rápidamente en varias semanas a medida que las reservas van aumentando. Entonces el hambre se hace menos frecuente. Con el hambre, el sujeto se vuelve activo y su mente viva, lúcida, su humor es optimista y sereno. Ve la vida de color de rosa. Todos los síntomas mórbidos que hemos descrito en la falsa hambre se parecen sorprendentemente a los síntomas que siente el fumador o el consumidor de café, de té o incluso el drogadicto cuando paran de tomar su veneno. Estos síntomas son los de la falsa hambre, son síntomas de eliminación. La falsa hambre es un síntoma de eliminación de los residuos de la comida anterior. Los drogadictos, fumadores y consumidores de café y de té conocen muy bien estos síntomas de desintoxicación. Sin embargo, los ignoran. Es evidente que si un drogadicto o un fumador en plena desintoxicación vuelve a tomar su veneno, esos síntomas desagradables de desintoxicación desaparecen enseguida. Por consiguiente, no se tiene que parar nunca una desintoxicación. “Para comprender el hambre”, dice Shelton, que razona a la inversa,” veamos lo que no es antes de intentar descubrir lo que es. El dolor de cabeza no es hambre. El dolor en el estómago no es hambre. Los rugidos estomacales no son hambre. El cansancio no es hambre. Los mareos no son hambre. La irritabilidad no es hambre. La flojera no es hambre. Los mareos no son hambre. La sensación de vacío no es hambre. La agitación no es hambre.” (La sensación de vacío podría ser hambre, según nuestra opinión.) “Piensen en la sed: ¿es un dolor? ¿Un vértigo? ¿Un mareo? Nada de todo esto. La sed se siente en la boca y en la garganta y se siente un deseo consciente de beber agua. No se tiene nunca dolor de cabeza por tener sed porque conocemos muy bien la sed. Es igual para el hambre auténtica: se siente un deseo auténtico de comer, uno se encuentra bien, sin sufrimientos ni mareos. Se hace la boca agua y se suele desear un alimento en concreto. -------------------------------------------------------------------------------- LOS ALIMENTOS SIMPLES A nuestro parecer, cualquier alimento simple puede satisfacer la verdadera hambre. Shelton piensa que el hambre es una sensación localizada, pero no en el estómago. Nosotros pensamos que empieza en el estómago para subir después en el esófago y en la garganta que se dilatan en lugar de permanecer contraídos como pasa en la falsa hambre. Algunos ayunadores sienten dolores estomacales. No se trata de hambre. Las personas dispépticas, nerviosas, ansiosas, ulcerosas, aquellas que sufren de gastritis, etc., tienen esta sensación. Estos dolores son debidos a contracciones espasmódicas del estómago y de los intestinos debidas a desarreglos psíquicos o emocionales del simpático abdominal que controla esta zona del cuerpo. La teoría oficial está basada en “contracciones estomacales del hambre” – teoría apoyada por los investigadores americanos Cannon y Carlson. Pero Shelton rechaza esta teoría indicando lo siguiente: “ Muy a menudo ha ocurrido que en el ámbito de la ciencia han sido aceptadas conclusiones apresuradas extraídas de datos incompletos. Ahora bien, el resultado ha sido una fuente de errores y de confusiones que han durado mucho tiempo, hasta el día en que se demostró el contrario. No negamos la existencia de estas contracciones, pero discutimos el sentido que se le quiere dar. Desde luego Carlson ha hecho ayunos cortos y también ha estudiado algunos casos, pero esto no es suficiente para constituir un dato suficiente y sacar las conclusiones que ha sacado. “Según mi opinión”, continua Shelton,” los únicos en poder reconocer los síntomas del hambre auténtica son aquellos que han llevado varios ayunos prolongados estudiándolos, y no aquellos que han estudiado ayunos cortos, catalogando las respuestas en cuestionarios de hombres y mujeres que quizá no han ayunado nunca, o que tienen experiencias infantiles con balones en condiciones psicológicas contrarias (balones introducidos en el estómago). Las señales del hambre auténtica se pueden observar después de un ayuno prolongado, raramente después de un ayuno corto.” A nuestro parecer, la verdadera hambre se puede sentir después de un ayuno corto, incluso retrasando simplemente la comida. Pero esto depende del estado de salud del individuo, de las circunstancias, etc. Cuando el cuerpo no tiene una necesidad urgente de eliminar, el hambre se hace sentir poco tiempo después de saltarse una comida. Pero si se mantiene en ayunas, las energías disponibles se concentran entonces en la eliminación. Además, en caso de cansancio y de preocupaciones, el hambre desaparece. El hambre solamente aparece en condiciones favorables de digestión y de total relajación física y mental. En la mente de todos, el hambre representa una privación, sufrimientos, dolores, casi una tortura. Se suele hablar de “sufrimientos del hambre”. Pero esto es un mito. La verdadera hambre no se acompaña de ningún sufrimiento, de ningún dolor. Como todas las funciones normales del organismo, la verdadera hambre es agradable. ¿Por qué se habla de sufrimientos? Evidentemente los sufrimientos y los dolores existen y los individuos los sienten como tales. Pero estos sufrimientos son solamente señales de eliminación y de desintoxicación para borrar las secuelas irritantes de las malas comidas precedentes. Aquel que para de fumar o de tomar café siente los mismos sufrimientos y los mismos dolores de desintoxicación. Estos dolores no son hambre ni necesidad de fumar o de tomar café. He observado miles de ayunadores. Todos se imaginan antes del ayuno que van a atravesar periodos de sufrimiento provocados por el hambre. Después, tras los primeros días de su ayuno, se extrañan de no padecer hambre y de no tener ganas de comer. Es cierto que si el hambre hubiese estado presente durante todo el ayuno, pocos hubieran podido ayunar. Pero desde los primeros días, el hambre desaparece durante mucho tiempo. Los ayunadores no sienten los supuestos “sufrimientos de hambre” que suele imaginar la gente. Sienten más bien náusea y repulsión hacia cualquier alimento. Repitámoslo una vez más: los sufrimientos que se sienten a veces no son los del hambre, sino de la desintoxicación. Cuando el hambre llega, no existe ningún sufrimiento. En su libro Perfect Health (“La Salud perfecta”), Haskell dice haber “preguntado a miles de personas, incluidos médicos, que describieran la sensación de hambre natural: desmayo, sensación de vacío en el estómago, vacío, rugidos, etc. Ahora bien, estas sensaciones son las del apetito y no del hambre, y provienen de un modo de alimentación no saludable”. Según Carrington, las personas confunden ciertas sensaciones con hambre cuando no se trata de la verdadera hambre. En efecto, “los deseos mórbidos provocados por un estado anormal del cuerpo, por la estimulación, la congestión, la irritación, etc., no son señales de la verdadera hambre. La verdadera hambre no se manifiesta nunca en el estómago, sino como la sed, siempre en las glándulas de la garganta y de la boca”. Según nosotros, el hambre empieza en el estómago, y sigue subiendo en el esófago y la garganta, que se relajan. Según Fletcher, para distinguir la verdadera hambre de la falsa, observaremos que en la verdadera hambre “la boca se hace agua”. Según nuestra opinión, para distinguirlas bastará con esperarnos entre media hora y una hora: la verdadera hambre persiste mientras que la falsa hambre desaparece con todos sus síntomas mórbidos y tramposos. Según el Dr. Dodds, en algunos casos la sensación de “sentirse morir” no es debida a una falta de alimentación, sino a la ausencia de un estimulante habitual, opinión que no compartimos. En efecto, no se debe ignorar esta sensación, ni se tiene que tomar a la ligera. Estos individuos sufren de desnutrición grave porque solamente digieren el 10 % de lo que comen. No se debe prolongar este estado, pues conlleva un alto riesgo de muerte. Hay que alimentarlo de forma correcta con pequeñas cantidades, en condiciones favorables de reposo, antes y después de la comida, sin trastornos psicológicos, emotivos, etc. Aquellos que se sienten morir después de saltarse una comida, es obligatorio alimentarlos. Hemos tenido varios casos que ignoraron de forma voluntaria esta sensación de hambre y persistieron en no comer, para caer luego en bulimias incontrolables y muerte por desnutrición. Cuando se tiene hambre, se siente morir, hay que alimentarse, pero si se hace una gran comida no se digerirá, pasará a las deposiciones y la desnutrición se agravará para llegar finalmente a la muerte por inanición. En estas condiciones es necesario que la persona haga entre 5 y 7 comidas pequeñas por día bajo control de un observador enérgico que no le permitirá atiborrarse, ni tampoco comer hasta hartarse. La mayoría de profesionales higienistas atribuyen a las glándulas de la garganta y de la boca el papel principal en las manifestaciones del hambre, mientras que Shelton se lo atribuye a los nervios. Estamos totalmente de acuerdo con Shelton, porque los nervios son los que conducen esta sensación de vacío y de dilatación hacia el esófago y la garganta. Cuando se tiene cansancio, preocupaciones, malas emociones, cólera, odio, etc., aunque el cuerpo tenga necesidad de comer, no lo pedirá y no manifestará tener hambre. Los nervios mantendrán la garganta y el esófago contraídos.